domingo, 5 de febrero de 2012

CuEnTaCuEnToS: "El globo rojo trataba de esquivar aquella multitud sobre la acera."

El globo rojo trataba de esquivar aquella multitud sobre la acera. Cada uno que pasaba le daba un golpe, lo miraba con desprecio o simplemente lo ignoraba. Así se sentía ella en ese momento, ignorada, pisoteada, despreciada, inerte, ausente. Miraba al globo rojo desde su ventana, la única ventana del piso que daba a la calle, su única vía de escape en estos últimos días. Todo había empezado el jueves, siempre eran los jueves, cuando sin quererlo había olvidado una fecha importante, una cena, un ascenso, una llamada, un beso, siempre era algo. Se había acostumbrado a que los jueves era el día que tocaba discutir, por una cosa o por otra. Siempre la misma rutina, un portazo, un grito, una discusión, luego el llanto mezclado con las preguntas, una noche en vela. Los viernes despertaban con los perdones, los lamentos, los no volverá a suceder. Los te quiero se reservaban para la noche, acompañados de un despliegue de velas y flores para cenar. El último jueves fue más de lo mismo, el cambio llegó el viernes. Ese viernes amaneció con un "No pienses que te voy a pedir perdón, porque no lo haré" seguido de una nueva discusión mucho más fuerte de lo normal, ya no había lagrimas, había resistencia, había conseguido crear un muro frente a sus palabras, pero no tuvo en cuenta que los muros se derriban con piedra, martillos y golpes. El suyo llegó con un paraguas. Después de eso es incapaz de recordar nada, aire, gente, ruido, sirenas, dolor, silencio. Ahora se asoma a la ventana para ver pasar su vida, ahora no se discute los jueves porque no puede hablar, no hay recibimientos ni abrazos porque no puede moverse, tampoco hay perdones porque ya no los quiere. Vuelve a la realidad al mirar por la ventana, el globo ha desaparecido, ¿habrá seguido su camino? ¿se habrá roto y habrá desaparecido? Ella ya no puede hacer nada, ni una cosa ni la otra.

lunes, 2 de enero de 2012

CuEnTaCuEnToS: Ese gato tiene razón...



"Ese gato tiene razón", decía para sí mientras miraba una foto en una página web que frecuentaba, "ese gato tiene toda la razón, no puedo seguir así por alguien, no puedo, no puedo..." Y la historia se remontaba a unos meses antes, cuando sus ojos se cruzaron con los ojos de un alguien especial, de un alguien que hacía que su corazón latiera desbocado cada vez que lo recordaba, de un alguien que no volvería a ver, de un alguien que ni siquiera merecía la pena. Pero ahí estaba ella, centrada en su mundo, en su mirada, en sus labios, en los miles de planes que ideaba cada noche para volver a verlo. Él por su parte cada noche inventaba una nueva excusa perfecta para cada nuevo plan y ella le creía, porque no podía  hacer otra cosa, porque estaba ciega, porque por más que alguien la hubiera agarrado por los hombros y sacudido bien fuerte para que reaccionara no hubiera vuelto a la realidad. Tuvo que ser un gato, un simple gato el que la trajera de nuevo a este mundo, el que le hiciera abrir los ojos ante la realidad que se negaba a ver, el que en pocas palabras describiera al dedillo la situación que ella misma estaba viviendo. Cada noche sin dormir pensando en él, cada sueño roto con una nueva excusa, cada lágrima que resbalaba por sus mejillas, cada te quiero susurrado al aire, cada corazón dibujado en la ventana, cada escalofrío que recorría su espalda y erizaba su piel cada vez que pensaba en él, todo para nada, porque él seguía evitándola una y otra vez. ¿Cuánto tiempo llevaba en esa situación? ¿Cuánto tiempo más estaba dispuesta a seguir así? Miró por la ventana y suspiró, con todo el dolor de su corazón debía aprender a olvidar.

domingo, 11 de diciembre de 2011

CuEnTaCuEnToS: Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma.

Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma. El aire que se escapaba de tus labios chocaba en mi cuello, resbalando por mi espalda como un susurro, como una brisa de aire fresco en la playa. Tus manos en principio unidas a las mías ahora cobraban vida propia para recorrer cada centímetro de mi piel. Despacio. Sin prisa. Primero bajando por mis brazos hasta llegar a mi espalda. Después, llegando a mis muslos pasando antes por mi vientre, para acabar haciéndome cosquillas en los pies. Con cada roce de tu piel se erizaban todos mis sentidos. Ahora no era el aire sino tus labios los que, suavemente, descendían por mi cuello hacia mis hombros, esa sensación que tanto me gustaba se iba apoderando de todo mi ser, lentamente. Estaba inmóvil, las sogas apenas me apretaban las muñecas, pero impedían que me moviera con total libertad. Con cada movimiento de tu cuerpo con el mío notaba el roce de éstas con mi piel excitándome hasta límites insospechados. Mis piernas, juntas hasta ahora, se separaban lentamente debido a la presión que ejercían tus manos sobre ellas. La venda de los ojos me impedía verte pero no olerte. Respiro cada vez más profundamente, tu sudor y el mío se van mezclando poco a poco, sin prisa aunque cada vez con menos pausa. Deseo morderte, besarte y tocarte desesperadamente pero las sogas me lo impiden, me hacen daño, pequeñas heridas de las que noto como salen diminutas gotas de sangre. La tensión es insoportable, muerdo la mordaza con todas mis fuerzas como último remedio para ahogar mis gemidos y dejar fluir mis emociones mientras tú te empeñas en dominar la furia de mi cuerpo.

Cuando todo ha terminado siento como la fuerza de mis ataduras disminuye, me desatas. Quieres quitarme la venda de los ojos pero te susurro que no lo hagas. Te vas. Yo me quedo quieta, en la cama, deseando que hubieras sido tú. Esta vez tampoco tuve suerte. Tú nunca me desatabas hasta que no te decía las palabras adecuadas. ¿Hasta cuándo va a durar esta tortura que me mata y me excita al mismo tiempo? Quizá la próxima vez tenga más suerte.


domingo, 17 de abril de 2011

CuEnTaCuEnToS: La complicidad se asomaba a sus ojos, no dejarían pasar aquella oportunidad...

La complicidad se asomaba a sus ojos, no dejarían pasar aquella oportunidad. La deseaba. Sus ojos, sus labios, su cuerpo, todo de ella le recordaba la máxima perfección. El movimiento de sus caderas al andar, la curva de sus labios al sonreír, la forma en la que ella le devolvía las miradas, como se mordía el labio inferior cuando sentía que sus ojos se clavaban en ella. Lo tenía todo planeado, se acercaría a ella lentamente sin dejar de mirarla y sonriendo descaradamente. Una vez a su altura la rodearía por la cintura y le susurraría al oído si quería una copa. Ella se sonrojaría levemente para asentir con la mirada. A los cinco minutos volvería con dos copas, le ofrecería una y empezarían a hablar de la fiesta, de los amigos, de la música. Sin querer evitarlo sus cuerpos cada vez estarían más cerca el uno del otro. Sus corazones empezarían a latir a la par, sus labios sonreirían a la vez, cada vez con más frecuencia, cada vez con menos cosas que decir y más cosas por sentir. Sus labios serían los primeros en actuar, rozarían su cuello sutilmente con la excusa de decirle algo al oído ya que la música estaba muy alta. Un suspiro ahogado, un guiño, una mirada cómplice y los dados estarían en el aire.

Cuando los dados cayeran sus manos estarían recorriendo sus medias. Se deslizarían por debajo de su vestido hasta sus caderas mientras sus labios dibujarían cada centímetro de su cuello hasta llegar a sus labios para fundirse con su lengua en un beso tan deseado como el contacto con su piel. Empezaría a sobrar la ropa, zapatos, medias, camisa, pantalones, vestido, todo acabaría en el suelo, en una silla, en una mesa, en una cama.

Se decidió a dar el primer paso, mirándola fijamente. La deseaba. Su sonrisa era abierta y descarada, su mirada no dejaba ninguna duda al respecto de su deseo por poseerla. La rodeó con sus brazos por la cintura y se acercó lentamente hasta su oído.

- ¿Te apetece una copa? - dijo casi en un susurro
- No te preocupes, ya me la trae mi chica - contestó ella sin dejar de sonreír.



lunes, 11 de abril de 2011

CuEnTaCuEnToS: Contó hasta 3 y desapareció.

Contó hasta tres y desapareció. Se fue de repente, sin ninguna explicación. Me dejó tirada en la calle, sola. Se llevó mi vida en un bolsillo. Tantas frases susurradas, tantas promesas, tantas mentiras. Todo acabó tan rápido como empezó. Ella no me quiso y tú me tiraste. Diste media vuelta y me olvidaste.


miércoles, 30 de marzo de 2011

CuEnTaCuEnToS: La casa se inundó de un olor a arroz con curry...

La casa se inundó de un olor a arroz con curry, "otra vez arroz con curry " pensó, " y ahora saldrán volando las sillas y se pegarán al techo" Efectivamente, las sillas salieron volando y se pegaron al techo, como si ese fuera su verdadero destino. "Ahora entrará el perro azul y se pintará las uñas". Una vez que las sillas estuvieron bien pegadas al techo por la puerta trasera de la casa entró un pequeño pero sin raza, de color azul y cogiendo un lápiz empezó a pintarse las uñas. "Los platos, los peces y los osos". El perro terminó de pintarse las uñas y salió por el mismo lugar de donde había venido, no sin antes guiñarle un ojo a un plato de porcelana que se puso a bailar con sus compañeros de armario. Cada plato tenía dibujado un pez, los peces bailaban también dentro de los platos cada uno al ritmo que quería. Apareció un oso, cogió un pez de un zarpazo, sonrió y se lo llevó a los demás que lo esperaban en la puerta. "Ahora el zapato". Un zapato de madera golpea las sillas del techo. Se podría decir que taconea pero en verdad se parece más al sonido de un martillo. "¿Ahora?"

Y como cada día ese es el momento en el que Teresa se despierta. El mismo sueño, las mismas dudas, los mismos sentimientos. Cuatro días soñando lo mismo, ¿una premonición? Está demasiado cansada como para aventurarse a descifrar el sueño misterioso, en su mente, todavía huele a arroz con curry.

jueves, 17 de marzo de 2011

CuEnTaCuEnToS: De repente un día, todo comenzó de nuevo...

De repente un día, todo comenzó de nuevo, nuevas risas, nuevos gestos, nuevos abrazos, nuevas palabras, nuevas ideas, nuevos amigos, nuevas ilusiones, nuevos planes, nuevos amaneceres, nuevos sentimientos...

Hasta que al caer la tarde llegaron los mismos miedos, los mismos temores, las mismas desilusiones, las mismas miradas, las mismas pesadillas, las mismas palabras, los mismos gritos, los mismos gestos, los mismos silencios, los mismos recuerdos, los mismos cuentos...

Despertar y abrir los ojos no es fácil. Una vez más recogió sus cosas y marchó hacia un nuevo día.

martes, 16 de noviembre de 2010

CuEnTaCuEnToS: propuesta de Sechat

Abro lo ojos e impulsivamente miro el reloj. No puedo ver nada, está todo demasiado oscuro. Quizá si fijo mucho la vista lo consiga. No. Imposible. Demasiado oscuro. Intento respirar pausadamente. No lo consigo. De acuerdo, debo calmarme. Las ocho, seguro que son las ocho. Si, eso está mejor. Son las ocho de la mañana. Ahora voy a levantarme, me voy a poner las zapatillas de casa y la bata, voy a abrir la puerta de la habitación, voy a ir a la cocina a poner unas rebanadas de pan en el tostador, tostadas, si, las tostadas me gustan mucho, después voy a darme una ducha, si, con agua caliente, una ducha. Así está mejor, respirando poco a poco, sin que se me acelere el corazón. Así, tranquilo. Todo está bien. No. No voy a abrir los ojos. Demasiado oscuro. Todo irá bien hasta que no recuerde que no tengo espacio para moverme. Ducha caliente, si, agua caliente. Tranquilo. Mi cuerpo se relaja bajo la lluvia de agua caliente. Mejor, así mejor. ¿Qué voy a hacer después? Después voy a vestirme y voy a coger el coche para ir a la oficina. No. Mejor voy a ir andando. Andando, si, dando un paseo. Me encanta pasear. Pasear. Mierda. Aquí no puedo ni moverme. Todo está oscuro, demasiado oscuro. Se me vuelve a agitar la respiración. No, para, relájate. Respira hondo. Así, muy bien, poco a poco. El corazón tiene que volver a latir a su ritmo. Volvamos al paseo. ¿Qué hora será ya? Las nueve. Seguro que ya son las nueve. Entonces llegaré al trabajo. Mi trabajo. Me encanta mi trabajo. Me sentaré en mi silla. Azul. Me sentaré en mi silla azul y empezará la rutina diaria. Rutina. Esto si que es una rutina. La misma oscuridad cada día. El mismo silencio. La misma posición. Apenas hay espacio. Tranquilo. Respira. Concéntrate en la respiración. No. Esto es un asco. Quiero salir. Quiero irme. Quiero volver a mi vida. Mi vida. ¿Acaso no recuerdas que ya no tienes vida? Estas aquí dentro, bajo tierra. ¿Crees que alguien se va a acordar de ti? Tranquilo. Respira. Todo está bien. Todo va bien. No abras los ojos, sabes que está oscuro. ¿Qué hora es? Las diez, seguro que son las diez. Las diez está bien. ¿Cuánto tiempo más voy a seguir engañándome? Rectifico. ¿Cuánto tiempo más voy a poder seguir engañándome? Esto acabará algún día. No. No voy a pensar en eso ahora. Tranquilo. Necesito estar tranquilo. No, no abras los ojos. Todo está oscuro. Sabes que te mareas si los abres. Ya te pasó una vez. ¿Acaso quieres repetirlo? No. Respira. No te muevas. No toques las paredes. Están frías. Aquí siempre hace frío. No. No empieces otra vez. No pienses. ¿Qué hora es? Las once. Si. Seguro que son las once. Mierda. ¿A quién quiero engañar? Estoy muerto. Los muertos no piensan. Tampoco respiran. No. No estoy muerto. No. No lo estoy. Si. Lo estoy. No. Tranquilo. Vendrán a buscarte. Solo es un error. Eso. Así. Respira despacio. Vendrán. Solo es un error. Ducha de agua caliente. Caliente. Paseo. Trabajo. Así, mucho mejor. Las doce. Seguro que ya son las doce.

jueves, 14 de octubre de 2010

CuEnTaCuEnToS: El 29 de Octubre cumplo veintiocho años...

El 29 de Octubre cumplo veintiocho años de mi novena vida. Si, se que si lo digo así puede llegar a sonar raro pero así es, llevo nueve vidas a mis espaldas. Seguro que a estas alturas todos os estaréis preguntando cómo puede ser eso posible. Muy fácil. La primera vida es la que tengo con María y Juan, mis padres. Ellos me vieron nacer, crecer, me educaron e intentaron hacer de mí un hombre de provecho. La segunda vida es la que tengo con Elena, mi mujer. Ella es puro cariño, pura ternura, la mujer perfecta, para ella no hay nada como una tarde acurrucados en el sofá viendo su película favorita arropados con una manta y bebiendo chocolate caliente. Nos conocimos hace 14 años y el mundo se paró en ese día. Mi tercera vida es aquella que comparto con el pequeño Aitor, mi hijo. Para él soy el mejor superhéroe de todos, el caballo más rápido del mundo, el compañero de juegos perfecto, el extraterrestre más simpático y el papá que mejor lee los cuentos de buenas noches. La cuarta vida es aquella que comparto con mis compañeros de trabajo. Ellos no se preocupan demasiado por mí, simplemente compartimos oficio cada día, sin importarnos mucho más. ¿Mi quinta vida? Mis amigos, esos que nunca fallan, esos que siempre están ahí, esos con los que comparto ilusiones, cervezas y partidos de fútbol, esos que siempre tienen una sonrisa para alegrarte el día, esos que no recuerdan las fechas importantes pero sí te llaman a las 3 de la mañana en mitad de un concierto para que escuches tu canción favorita. La sexta es la que tengo con mis vecinos, buenos días, buenas tardes, buenas noches, ¿qué tal la familia?, ¿qué tal el trabajo? la verdad es que esta no es muy intensa pero siempre está ahí. La séptima es la que desperdicio haciendo cosas que realmente no me gustan, como por ejemplo cuando veo un programa en la tele que no me gusta, cuando tengo que ir a casa de mis suegros o cuando tengo que fregar los platos, odio fregar los platos. La octava es la que tengo con Leo, un perrito que recogimos de la calle un domingo de lluvia. Al principio era un trasto pero poco a poco se convirtió en otro más de la familia. ¿Cómo educar a un perro y no morir en el intento? Esta vida está llena de preocupaciones y de intentos de educarle aunque, sinceramente, sigue mordiendo mis zapatos y escondiendo el mando a distancia de la televisión. Llegamos ya a la novena, aquella que mencioné al principio, esta es la vida que lleno con los buenos momentos, con las sonrisas, los besos, los abrazos, las noches bajo las estrellas, las risas de mi hijo, los paseos con mi mujer, las tardes de pesca con mi padre, las galletas de mi madre, las apuestas con los amigos, los conciertos, las cenas, las noches seguidas de mañanas con dolor de cabeza, en definitiva, aquellos momentos que me hacen feliz. Pueden ser un instante o un buen rato, todos esos momentos se acumulan en mi vida, en la novena, por eso, me siento muy afortunado ya que el 29 de octubre cumpliré veintiocho años de mi novena vida.

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Después de un GRAN día, siempre viene un dia de MIERDA

miércoles, 29 de septiembre de 2010

SuEñO 12

Sueño con el mar, con las nubes, con las flores, sueño que soy libre, pero solo son eso... sueños



martes, 28 de septiembre de 2010

CuEnTaCuEnToS: En una población pequeña, la apertura de una tienda es una gran noticia...

En una población pequeña, la apertura de una tienda es una gran noticia. La gente se arremolina al rededor de sus escaparates para ver, para cotillear o simplemente por curiosidad. Algunos se deciden a entrar, otros pasan de largo. De aquellos que entran quizá alguno salga comprando algo, alguno se encaprichará con algo y volverá, alguno robará y otros simplemente darán un paseo y volverán a la calle. De los que pasan de largo puede ser que nunca vuelvan a pasar por allí y se olviden de la tienda o que por el contrario al cabo del tiempo vuelvan a pasar por delante de sus puertas y decidan entrar a echar un vistazo. Yo ahora observo esa tienda a través de mi ventana y observo cuanto se parece esa tienda a mi vida. El día de mi nacimiento me rodeaba mucha gente, algunos para ver, otros para cotillear, otros simplemente por curiosidad. Algunos de aquellos decidieron entrar en mi vida y otros simplemente pasar de largo. Los que entraron en mi vida, aquellos que decidieron conocerme también fueron muchos y variados. Hubo de todo, aquellos que compraron una amistad verdadera, aquellos que se encapricharon y no consiguieron su objetivo, aquellos que entraron solo para robar un trozo de mi vida y aquellos que entraron, miraron y se fueron como habían llegado, sin avisar. De los que pasaron de largo algunos volvieron a cruzarse conmigo a lo largo de mi vida, llegando incluso a ser parte importante de ella, hubo otros que nunca volvieron. Hoy que mi vida se apaga, poco a poco, me vienen a la memoria todos aquellos que estuvieron a mi lado, aquellos que entraron en mi vida. En el fondo todos se llevaron algo de mi, como todos se llevan algo el día de la inaguración de una tienda. Puede que sea algo grande o algo pequeño, tal vez solo el recuerdo de haber entrado. Al igual que la apertura, el cierre de una tienda también es una gran noticia. Puede ser triste o alegre, pero al fin y al cabo noticia. También congrega a mucha gente, aquellos curiosos que solo quieren saber porqué, aquellos que se apenan por el cierre o aquellos que pasan por allí por primera vez. Cuando una vida se acaba también sucede lo mismo. Vuelves a estar rodeado de mucha gente. Aquella gente que de verdad lo siente será la que haya entrado en tu vida, antes o después y se haya quedado o se haya quedado con una gran parte de ella. Los que pasen solo a curiosear serán aquellos que no les gustó lo que había en el interior y se fueron o aquellos que nunca llegaron a entrar por miedo a saber lo que podían encontrar. Habrá gente que falte, siempre la hay, aquellos que decidieron pasar de largo o aquellos que nunca pasaron por el camino adecuado para encontrarte. La vida es como una pequeña tienda, de cada uno depende lo que haya en su interior, lo famosa que llegue a ser y cuando colgará de su puerta un cartel con la palabra 'cerrado'.



sábado, 25 de septiembre de 2010

CuEnTaCuEnToS: Supo que volverían a verse, en el mismo momento que se cruzaron en el metro...

Supo que volverían a verse, en el mismo momento que se cruzaron en el metro. Hacía poco tiempo que había llegado a Madrid intentando empezar negocio tras negocio sin hacer que ninguno llegara a convertirse en algo productivo. Aún así nunca había perdido la esperanza y seguía intentándolo, esta vez con una pequeña tienda de comics.

Aquella tarde había retrasado el cierre de la tienda ya que había llegado el último pedido y quería dejarlo arreglado para no tener que madrugar al día siguiente. Cuando cerró se dirigió al metro como cada día, solo que un poco más tarde. Justo antes de entrar en el vagón la vio. Estaba allí mismo, cómodamente sentada en un banco de la estación observándole. Le hubiera gustado quedarse un poco más allí para saber si lo que estaba viendo era verdad o solo fruto del cansancio acumulado de los últimos días, pero apenas tuvo tiempo ya que el vagón cerró sus puertas y comenzó a avanzar a buen ritmo. Se acomodó como pudo en aquel metro lleno de gente intentando no chocarse con nadie hasta que llegó a su parada.

Como otro día cualquiera abrió el portal y subió las escaleras hasta su piso. Una vez en él encendió la tele y se puso a preparar la cena. Mientras cortaba el pimiento y rehogaba las cebollas tocaron al timbre. Allí estaba ella. No había sido una ilusión fruto del cansancio lo que había visto aquella tarde en el metro. Una sombra sin forma definida lo observaba como los niños observan su primer caramelo.

Media hora después sonó el teléfono pero ya no había nadie para contestar, la muerte lo había encontrado.

viernes, 24 de septiembre de 2010

CuEnTaCuEnToS: A pesar de su actitud, decidí seguir la relación con él...

A pesar de su actitud, decidí seguir la relación con él. Llevabamos casi 5 años juntos y nunca habíamos tenido ningún problema. A veces alguna discusión sin sentido que siempre se arreglaba cantando a voz en grito alguna buena canción, aunque reconozco que alguna no era tan buena, pero el caso es que servía para aliviar tensiones. Una mañana de repente sin venir a cuento empezaron los problemas. Habíamos salido a dar una vuelta. Yo quería ir a visitar a una amiga así que, como siempre, fuimos juntos. En mitad del camino me dejaste tirada sin ninguna explicación aparente.

A partir de entonces nuestras discusiones se hicieron más frecuentes, cuando no era por una cosa era por otra, pero todas tenían un factor común, yo siempre perdía. Me refuigié en casa. Si no salía no tendriamos problemas y no pasaría nada. Me pasaba las tardes sentada en el jardín, pensando como solucionar cada nueva discusión, pero en mi interior sabía que las cosas no podían seguir así.


- Cariño, sé lo que significa para ti, pero algún día deberás tirar ese coche, te da más disgustos que alegrías.

- Lo sé papá, lo se, algún día...


Encantada de volver... :)

sábado, 6 de septiembre de 2008

CuEnTaCuEnToS: Si de mí dependiera, rebobinaría, como poco hasta esta mañana, y volvería con algunas flores...

Si de mí dependiera, rebobinaría, como poco hasta esta mañana, y volvería con algunas flores de esas que sé que te dan alergia. De esas que hacen que se te pongan los ojos rojos rojos, y que seguidamente no pares de estornudar hasta que yo te traiga un poco de antihistaminico y vuelvas a ser tú. Entonces me mirarías con cara de pocos amigos y me retarías a que te dijera el porqué de aquella jugada ya que sé perfectamente la reacción que te producen esas flores. Entonces yo me inventaría cualquier excusa y te diría, por ejemplo, que hacía mucho que no te compraba flores y por lo tanto había olvidado aquellas que te daban alergia. Tú me perdonarías con un suave beso en la mejilla, como siempre haces, y me dirías que no pasa nada, pero que para la próxima vez te consulte ante de comprarte flores. Yo asentiría con una sonrisa picarona y te devolvería el beso en la mejilla, como también sé que te encanta que lo haga.
A continuación me pasaría la tarde entera siguiéndote de un lado hacia otro, hasta que, cansada, me miraras con aire despreocupado y me dijeras aquello de que me fuera a hacer algo mejor. Entonces aprovecharía para salir al jardín y desenterrar aquello que tantas ganas tuve desde que sé que existe, aquello que tú escondiste precisamente para que nadie fuera capaz de encontrarlo, para que nadie te juzgara, para que nadie supiera en verdad la clase de mujer que eres. Tras guardarlo bajo mi jersey subiría a mi habitación sin que me vieras y lo guardaría debajo de mi almohada hasta que llegara el momento de usarlo.
Al rato, intranquila, me llamarías por toda la casa para ver donde estoy. Me encontrarías en mi habitación leyendo un poco del último libro que me compraste hace dos semanas. Lo terminé esa misma tarde pero sabía que no te gustaba que leyese tan rapido, siempre me decías que se me iba a cansar la vista de tanto leer, por eso, cada vez que preguntabas por él, lo abría en una pagina al azar, lo más próxima al principio, y hacía que leía pausadamente. Me mirarías con una sonrisa tranquila, pausada y pedirías perdón por molestar. Entonces yo dejaría el libro encima de la cama y correría a darte un abrazo, como todas las tardes a esa misma hora. Me prepararías un bocadillo y me dejarías la leche en el microondas para que me la calentara. Saldrías de casa con cualquier excusa, de esas que te daban tanto resultado, como aquella que me hacía tanta gracia, "Voy a ver a la vecina, que mañana tiene una boda y no sabe que ropa ponerse, debo aconsejarla", y cogías el coche y te alejabas. Nunca entendí como podía casarse la gente en miércoles.
Cuando volvieras estaría la mesa preparada. Tú traerías cualquier cosa en una bolsa y una excusa en los labios que empezara con un "Se me hizo tarde y..." yo ni siquiera escucharía como terminaba la frase para reengancharme cuando decías aquello de "Mañana no te preocupes que llegaré antes" ¿De verdad ignorabas que yo sabía perfectamente donde ibas? Encendería la tele y se acabaría nuestro diálogo. Sucesos, muertes y noticias pasarían a formar parte del pasado cuando se apagara aquel maldito aparato que hacía nuestras cenas tristes, silenciosas y lejanas.
Cuando llegara la hora de acostarse subirías a buscarme a mi habitación, abrirías la puerta y me desearías buenas noches. Entonces sería el momento oportuno para sacar aquello que había estado esperando durante toda la tarde. Te retendría con la excusa de que me apetecía que me leyeras un trozo de algún libro, que yo me sabría de memoria, y entonces sucedería. Pasaría mi mano suavemente por debajo de la almohada y sacaría cuidadosamente aquel cuchillo desenterrado del jardín. Entonces podría sentir tu respiración agitada y tus ojos casi salidos de sus órbitas, mirándome aterrorizados. Yo me acercaría a ti ya que el miedo al ver aquel cuchillo que ya apenas recordabas te tendría paralizada y me sería muy fácil atravesar con él tu delicado cuello, siempre untado con cremas que intentaban que no aparentara su verdadera forma. No podrías ni por asomo haberte imaginado que sería el mismo cuchillo con el que tú mataste a tu esposo, mi padre, el que acabara también con tu vida. Se acabarían las mentiras, se acabarían las habladurías de la gente, todo.

Pero no compré aquellas flores, las justas para simular una muerte por venganza amorosa, aquellas que lo hubiesen hecho todo más fácil. No. Tuve que simular un robo y una historia coherente que contarle al policía de turno cuando llegó a casa tras la llamada de una vecina dos días después tras ver que no había movimiento en la casa. Al llegar encontraría la casa totalmente revuelta, un cadáver en descomposición y un niño atado y amordazado a su cama, totalmente destrozado por haber presenciado la escena de un crimen. El arma jamás la encontrarían, como en el caso archivado años antes. Buscarían un asesino en serie que se habría cebado con aquella pobre familia, pero nunca lo encontrarían.

¿Qué fue de mí? Me realojaron en otra familia, todos se compadecieron de aquel pobre niño que se había quedado huérfano en tan solo cuestión de unos años.

martes, 19 de agosto de 2008

CuEnTaCuEnToS: Lo importante es participar...


"Lo importante es participar" todavía resonaban en su cabeza sus palabras mientras le veía alejarse con un trozo de su corazón en la mano que tiraría en la papelera más próxima.



Ella, en el suelo, intentaba recoger los pedazos sangrantes que aún intentaban latir inútilmente.

lunes, 18 de agosto de 2008

SuEñO 11

I dream i can fly
I dream i can dance
I dream i can see you
and suddenly i wake up

Sueño... despierta siempre

lo malo es que no sirve para nada

jueves, 31 de julio de 2008

CuEnTaCuEnToS: Íbamos caminando la muerte, tú y yo

Íbamos caminando la muerte, tú y yo.

Muerte - Hay que ver que aquí nunca hace frío ni calor
- Uf, pues menos mal porque sino estaríamos helados o sudando
Yo - Hay que ver Muerte que siempre te estás quejando
Muerte - ¿Quejando? ¿Yo?
Yo - Sí, tú, todo el día poniéndole quejas a todo, cuando tenías que estar agradecida por tener un sitio donde vivir
- Bueno, eso es discutible...
Yo - ¿Ahora te pones tiquismiqui tu? Pues si que...
Muerte - Bueno, bueno, tengamos el día en paz
Yo - Mira quien fue a hablar...
- Oye una curiosidad, ¿puedo preguntarte algo? ¿Los ángeles meáis?
Yo - Siempre con la misma preguntita oye
Muerte - Hombre pues mira esa si que es una buena pregunta, es que con eso de que no tenéis sexo definido...
Yo - ¡Dios mio lo que tengo que aguantar!
Dios - ¿Qué pasa por ahí?
- El que faltaba...
Muerte - Nada, nada, que el ángel no nos quiere contestar a una duda existencial que tenemos sobre...
Yo - Nada, nada, las dudas se mandan por correo y si eso ya las contestaré
Dios - ¿No deberíais de estar trabajando ya?
- Si, si, ya nos despedíamos, ¿ves lo que has conseguido?
Yo - ¿Te recuerdo quién preguntó?
- ¿Intentas poner mirada asesina? Porque la verdad es que no te sale
Yo - Claro que me sale pero como llevas unas gafas de culo de vaso no ves nada
- ¿Gafas de culo de vaso? No me calientes...
Yo - Uh... que miedo el Tiempo se calienta, el Tiempo se calienta, ¿lo has oído Muerte?
Muerte - Lo que yo creo es que deberíamos dejar la charla para otro día e ir a trabajar ya que luego el jefe se nos enfada y no quiero ni pensar lo que nos hará esta vez, así que yo me voy, que me espera una noche movidita, ya os cuento mañana cuantos han caído, ¡nos vemos!
- ¡Adiós, que tengas buena noche!
Yo - ¡Adiós y no te cargues a ninguno de los míos!
Muerte - Eso nunca lo sé, me llegan los envíos según los voy haciendo, pero lo intentaré
Yo - Bueno, yo voy a ir marchándome también que Mariela tiene que estar a punto de acostarse y tengo que vigilar sus sueños, nos vemos
- Vale, yo retraso el tiempo hasta que llegues para que no se duerma antes
Yo - Vale, gracias, que el otro día llegué y estaba ya dormida y se habían colado en la habitación diablillos de todos los colores y tuve que pasarme la mitad de la noche tirándolos por la ventana, menudo trabajo me dieron
- Seguro que hoy llegas bien, incluso con adelanto
Yo - Gracias, nos vemos

En la habitación de Mariela.

Mamá - Es tarde, tienes que dormir que mañana hay que madrugar
Mariela - Es que no estoy cansada mamá, de verdad, déjame quedarme un ratito más con vosotros
Mamá - Sabes que eso no puede ser, es tarde y tienes que acostarte
Mariela - Que rollo, yo no quiero dormir, yo quiero jugar
Mamá - Ya jugarás mañana, ahora hay que dormir
Mariela - Bueno, pero tienes que prometerme que mañana me llevarás al parque
Mamá - Ya veremos, ahora a dormir
Mariela - ¿Y si hay algún monstruo debajo de la cama o en el armario?
Mamá - Pues entonces tu Ángel de la Guarda te protegerá de ellos, venga, a dormir y soñar cosas bonitas
Mariela - Hasta mañana mamá
Mamá - Hasta mañana pequeña

En la misma habitación unas horas más tarde.

Yo - Hay que ver lo que le cuesta dormirse a esta criatura, todas las noches tengo que esmerarme en hacer el menos ruido posible espantando a los diablillos estos que se cuelan por todos lados para que no se entere, mira que carilla, tiene que ser de mala... ¿Qué ha sido ese ruido?
- ¡Ei! ¡que soy yo! ¿no me irás a tirar por la ventana no?
Yo - Pues mira ya la tenía abierta y todo, ¿qué haces tu aquí a estas horas?
- Pues me aburría bastante, ¿Cómo va la noche?
Yo - No me hables, no me hables que estoy hasta las narices de los diablillos estos que se cuelan por todos lados, no doy a basto a tirarlos por la ventana
- Si quieres te ayudo
Yo - Bueno, podías parar el tiempo cuando vea uno y así no tener que ir buscándolo luego por todos los escondrijos de la habitación
- ¡Vale! pero no puedo hacerlo mucho que luego el jefe me regaña, así que cuando veas a varios me lo dices y me paro ¿vale?
Yo - ¡De acuerdo! oye ¿que es ese ruido? ¿Muerte? ¿Qué haces tú aquí también? ¡Bienvenida al club de los aburridos!
Muerte - ¿Aburrida? ¿yo? ¿Pero de qué estáis hablando? ¿Qué hacéis vosotros aquí?
Yo - Pues a ver pues yo trabajando y este pues que se aburría y viene a ayudarme con los diablillos estos que no paran de salir por todos lados ¡Un día se me van a cruzar las alas y los voy a mandar a todos a tomar el viento fresco!
- Tranquila... que ya te ayudo, a ver, coge a todos esos que no se van a mover
Yo - Gracias, oye Muerte tú ya podías ayudarme a matarlos que yo los tengo que tirar por la ventana y al poco vuelven a entrar
Muerte - Yo... es que... verás... tengo que trabajar...
Yo - Pues ala, vete y trabaja que nosotros estamos atareados con los bichos estos, un día tengo que hablar con el jefe a ver si habla con el Diablo y le dice que no mande a tantos diablillos que me hacen la vida imposible, si es que tengo que pedir un aumento de sueldo, con todo lo que trabajo y ni un día libre a la semana y para colmo no tengo vacaciones tampoco ¿Vosotros creéis que esto es vida?
Muerte - Verás... es que he venido a trabajar aquí
Yo - ¿Aquí? pues poco trabajo vas a tener, la nena duerme desde hace rato asi que no vas a... Un momento... ¿A trabajar aquí?
Muerte - Sí...
Yo - ¿A la niña?...
Muerte - Sí...
Yo - ¿Pero qué ha podido hacer de malo este pobre angelito?
Muerte - Yo no decido...
- Quizá es que le llegó su hora, simplemente
Yo - ¿Pero como puedes decir eso, deslamado? ¿Y no se puede hacer nada?
Muerte - Me temo que no
Yo - ¿Tú no puedes parar el tiempo?
- Eso solo prolongaría su agonía, además no puedo para el tiempo eternamente...
Yo - No sirves para nada, ni siquiera para ayudar a los demás...
Muerte - No te lo tomes a mal Tiempo, que lo dice sin querer... Ángel debo hacerlo ya... Hay más personas esperando
Yo - ¡Esto es injusto!
- Eso es porque te has encariñado demasiado con esa cría, recuerdo que al último no le tenías el mismo cariño...
Yo - ¡Como para tenérselo! Era un asesino a sueldo que no tenía piedad por la vida de los demás, estaba deseando que viniera Muerte a llevárselo pero nunca venía, menos mal que me relevaron del cargo porque sino me hubiera llenado de rabia... ¿Cómo vas a matarla?
Muerte - ...
Yo - ¿Hola? ¿Contestas o qué?
Muerte - No seré yo quien la mate...

En el periódico la mañana siguiente

Titular: El asesino de la perla ataca de nuevo
Abstract: Hallada una niña muerta presuntamente asesinada mientras dormía. La policía encuentra una perla en la cavidad de uno de sus ojos. Nada se sabe del paradero de su asesino. La familia está a la espera de que se encuentre al culpable y se haga justicia.






miércoles, 16 de julio de 2008

CuEnTaCuEnToS: Un reloj de arena vacío...

Un reloj de arena vacío, unas llaves y una cazadora. Eso era lo único con lo que contaba aquella noche fría de Enero para descubrir cuál era su nexo de unión y poder responder a todas aquellas preguntas que se creaban en mi cabeza. Tras un buen rato de inspección del lugar y evidentemente sin mayores hallazgos que los ya mencionados, volví tras mis pasos para intentar juntar de nuevo las piezas. Rebusqué en los bolsillos de la chaqueta. Un pañuelo con una inicial grabada. Tiré de uno de los picos de aquel pañuelo para poder contemplarlo a la luz de aquella triste bombilla. Era exactamente igual a los pañuelos que usan los ancianos, blanco roto con una inicial bordada en color naranja. La chaqueta no parecía pertenecer a ningún anciano, más bien a algún apasionado del cuero y de las motos. Precisamente tenía un dibujo de una de esas grandes en la manga derecha. Ninguna otra señal.
En cuanto a las llaves poco que contar. Tres llaves, probablemente del portal, de la puerta principal y del buzón. Las típicas tres llaves que nunca faltan en un llavero, aunque precisamente estas llaves carecían de él. Solo estaban unidas por una argolla metálica, parecida a un anzuelo pero unido en ambos lados formando un ovalo en el que se engarzaban las llaves. El material era bastante duro por lo que servía bastante bien para el uso que se le había dado. En las llaves ninguna señal, ni siquiera el lugar de compra. Aquella noche parecía que las cosas no estaban dispuestas a unirse para darme una explicación coherente.
Continué con el reloj de arena vacío. Busqué las marcas de la arena que pudiera haber contenido en un pasado pero no existían. Revisé cada centímetro de aquel reloj para encontrar alguna fisura por el cual se hubiera derramado la arena. Ni que decir tiene que no la encontré. ¿Cuál sería la función de un reloj de arena vacío? A cualquier persona con un poco de sentido común le hubiese resultado cuanto menos extraño aquel reloj que no podía ejercer su función de reloj ya que no contenía ni un grano de arena en su interior. ¿Para qué podría servir un reloj que no marcara el tiempo? Miles de preguntas recorrían mi cabeza en aquellos momentos, una inicial, unas llaves, una cazadora y un objeto sin función. Tenía que estar pasando algo por alto y en eso tendría que estar la clave de todo aquel asunto y debía descubrir que era. Teléfono.

- ¿Si?
...
- No tio, hoy me viene fatal.
...
- ¿Qué regalo? ... ¿Chaqueta?... Con un dibujo de una moto en la manga derecha, si hombre, aquí la tengo pero el pañuelo que hay dentro...
...
- Una I de "Investigator"...
...
- Si claro claro que me gusta.... venga nos vemos otro día.
...
- Adiós

Estaba claro que aquella chaqueta estaba allí porque un gran amigo pretendía sorprenderme aquella noche. Objeto descartado para hilar las cosas, o quizá no. Veamos. Quizá todo aquello había sido una prueba para saber hasta dónde llegaría deduciendo, pues se iban a enterar. Repasemos las cosas. Andrés me regala una chaqueta motera con un pañuelo con un inicial gravada en honor a mi interés hacia la investigación, las llaves... Un momento. Decidido cogí las llaves y me dirigí a la puerta de entrada. Evidentemente no se correspondían con aquella cerradura. Debía encontrar entonces otro escenario, otra puerta que abriera esa llave. La pregunta que ahora debía responder era ¿dónde? Me senté en una silla vieja y apoyé mis codos en la mesa. Una única pregunta se apoderaba ahora de mi cabeza. Debía resolverla antes de poder seguir avanzando.
Mensaje. El pesado de Andrés otra vez. Ya le dije que hoy me venía mal quedar para pescar. ¿Pescar? ¿A estas horas? Cogí la chaqueta, las llaves y aquel reloj, por llamarlo de alguna manera, y salí corriendo dirección... encontrar a Andrés. De camino lo llamo para saber donde estaba. Aparco. En mitad de la nada podría decirse. Por fin consigo verle.

- ¿Te trajiste las llaves?- dice nada más verme.

Mi cara se convierte en un poema. ¿Cómo sabía él lo de las llaves? Es tarde así que decido dejar de pensar y dárselas, seguro que hay una explicación para todo. Me sonríe. Busca en una especie de mapa el número que llevaba repitiendo mentalmente. Le sigo. Llegamos a una especie entre casa, cortijo, chabola, casa del lago, casa del terror y un sinfín de adjetivos más.

- Abre tú.

Empiezo a sospechar que la casa está embrujada y que se comerá a la primera persona que atraviese sus puertas, en este caso yo. Intento reprocharle a Andrés su decisión pero por su cara me da a entender que entraré yo el primero con todas sus consecuencias. Mientras camino hacia la puerta me fijo en que la casa solo tiene ventanas en el primer piso, la madera esta casi carcomida por los años y el color verde del musgo que crece en el suelo se está apoderando poco a poco de mis zapatos. Los madera cruje a cada paso que doy que me acerca a la puerta. Llevo la llave en mis manos aunque se pierde entre el sudor de las mismas. Abro. Lo primero que veo tras averiguar que hasta aquella casa no llegaba la luz eléctrica por lo que doy gracias por llevar siempre encima el kit de emergencia de todo buen investigador, linterna incluida, es que hay por lo menos una tonelada de arena en mitad de la planta baja de aquella casa. Hay arena para llenar no uno, sino mil relojes de arena. ¿Relojes de arena? ¿Dónde estaría el reloj de arena que encontré vacío? Vaya desastre de investigador estaba hecho, primero confundía un regalo con una pista, después era mi amigo el que me llevaba hasta la casa que habrían las llaves, ahora me había dejado a saber donde la tercera pista. Me giro y evidentemente Andrés llevaba el reloj de arena vacío. Lo miro con cara de me estás ocultando algo cabrón. Me cede el reloj vacío sin contestar a mi cara. Vuelvo a mirar atentamente aquel reloj. No hay ninguna fisura por la que se pueda rellenar de arena, tampoco ningún pulsador secreto que hiciera se abriera una compuerta por la que pudiera entrar la arena. Me acerco a la tonelada de arena esparcida en el suelo. Toco la arena con intención de llevarme un solo grano, misión imposible cuando descubro que mi mano chorreaba sudor. Seguidamente intento deshacerme del sobrante de arena restregándome la mano en mi pantalón. Misión imposible. La arena parece pegada a mi mano con pegamento extra fuerte. Inconscientemente paso mi mano por la frente para quitarme el sudor que recorría mi sien dejando tras de sí un rastro de arena que hace que ahora sienta picores por toda mi frente. Me repito a mi mismo que no debo volver a tocar nada hasta que consiga quitarme la dichosa arena de la mano.
Recuerdo que la chaqueta venía con pañuelo. Intento no llenar nada más con la arena antes de encontrarlo y limpiarme la frente con él. Parece que funciona, más o menos, me limpio también la mano y aprovecho para secarme el sudor. Entre una cosa y la otra se desliza el reloj hasta el suelo, rompiéndose. Genial, lo que me faltaba, quedarme sin la última pista. Me agacho a recoger los pedazos cuando me doy cuenta que en verdad aquel reloj era desmontable y que solo así se podía rellenar con la arena que le faltaba, volviéndose a encajar y pareciendo que nada hubiese pasado. Relleno la mitad del reloj con arena y lo encajo. Lo giro. No funciona, no cae arena. Recuerdo que la arena se había pegado a mi mano por lo tanto no cae porque se ha pegado entre sí. Las cosas se podría decir que iban sobre ruedas.
Me giro para irme hacia la puerta pero me doy cuenta de que me he pegado al suelo. Las cosas mejoran por momentos. La arena se había deslizado y me había dejado sin libertad de movimientos. Llamo a Andrés para que me saque del apuro y descubro que se ha largado. Mi antes llamado amigo Andrés me había dejado en un buen lío desde luego. Intento moverme hacia alguna parte pero lo único que consigo es perder el equilibro y caer con el culo en el suelo por lo que la arena del suelo se pega a mi pantalón y en consecuencia me pego al suelo también. Mi ahora llamado amigo Murphy y sus leyes se estaban aprovechando de mi de una manera inhumana. Me muevo. ¿Me muevo? ¿Cómo voy a moverme si estoy pegado al suelo? Un terremoto. Me lo veía venir, nada podía ir mejor que un terremoto haciendo que la arena me fuese tapando poco a poco. Un momento. Si la arena me tapa llegará un momento en el que no pueda respirar y me ahogue. Gran deducción para aquellos momentos, sin duda, aunque ahora lo importante era salir de allí como fuese antes de que la arena se apoderara de mí.

- ¡Antonio! ¡Antonio! ¡Despierta hombre! ¡Que se ha terminado ya la clase!

- ¿Qué? ¿Quién? ¿Cómo? ¿Andrés? - dije dando un respingo.

- Si hombre que te has quedado dormido en mitad de la clase de maquetación.

- ¿A sí? - pregunté algo incrédulo temiendo que aquella arena fuese alucinógena y lo que estuviese viendo fuera mi ultimo deseo antes de consumirme.

- Si, hoy hemos estudiado el proceso de rellenado de los relojes de arena, no te puedes ni imaginar como va eso.

- No lo dudes, algo de idea tengo - le dije haciendo un esfuerzo por mantener los ojos abiertos. Metí las manos en los bolsillos de mi chaqueta y encontré las llaves de casa y un pañuelo, regalo de mi abuela la última navidad.

lunes, 14 de julio de 2008

CuEnTaCuEnToS: Una canción una historia....

"Querida Marta:

Nunca supe como empezar a escribir esta carta, en verdad tampoco sé porque lo estoy haciendo ahora, quizá porque mi corazón, este que se desnuda ante ti, este que se volvió loco desde que te fuiste, este pobre corazón que no deja de llamarte, que no deja de imaginarte, que no deja de esperarte, hoy me dijo que era el momento de hacerlo.

Nos conocimos apenas aquella tarde en la playa. Yo había capturado un pez, uno de aquellos que te gustaban tanto y que ya no consigo recordar su nombre. Te acercaste y al verlo tus ojos se iluminaron, nunca había visto unos ojos tan hermosos como los tuyos, tan grandes, tan perfectos. Me preguntaste que pensaba hacer con aquel pececillo. En principio mi intención era comerlo pero si te lo decía muy probablemente no volvería a verte, así que te dije que no tenía pensado nada en especial para aquel animalito. Lo cogiste suavemente entre tus manos, como si estuvieras acariciando una nube, y lo metiste en un cubo con agua fresca. En aquel momento hubese cambiado mi vida por la de aquel pez que estaba en tus manos, veía como el pobre animal se retorcía y yo le envidiaba porque había conseguido llamar tu atención, porque estaba entre tus manos, porque le estabas salvando la vida como yo quería que salvaras la mia. Me dijiste si podías llevartelo y no pude negarte nada.

Lo ultimo que recuerdo haberte dicho fue un pequeño adiós que casi no pudo oírse entre el ruido de las olas del mar. Desde aquel día no he podido olvidarte, no he podido dejar de pensar en ti ni un solo instante. ¿Sabes? A veces vuelvo a las orillas de aquella playa que nos unió y pienso en aquel pez, en como estará tranquilamente nadando en una cálida y hermosa pecera, como lo tratarás con mimo y cariño, como tus manos recorrerán su cuerpo escamado cuando lo acaricies. A veces, muchas veces, me encantaría ser yo el pez que nadara en tu pecera, aquel que tocaras con tus suaves manos, aquel que te observara bajo el agua, aquel que te demostrara cariño con cada aletazo.

Se que pensarás que estoy loco, y en verdad lo estoy, loco por ti, por volver a verte bajo la luz de la luna, por hacerte mía con cada beso, con cada mirada, con cada palabra. Nunca volvimos a coincidir, aunque yo no renuncio a que algún día volvamos a hacerlo, por eso no dejo nunca de venir a nuestra playa, para recordar tus ojos, aquellos ojos que me cautivaron nada más verte.

No se demasiado bien lo que pretendo con esta carta pero quizá necesitaba escribirla, para darme cuenta de que nunca volverás, de que nunca fui parte de tu vida y quizá tu solo fuiste un sueño, quizá las sirenas y los hombres estemos destinados a vivir separados eternamente.

Con todo mi cariño
Marcos"

Cogió el papel que estaba escrito, lo miró, lo enrolló y lo metió en una botella. Lo lanzó al mar lo más lejos que pudo y se sentó a esperar.


lunes, 30 de junio de 2008

CuEnTaCuEnToS: Ella tiene la piel del color de la tierra...

Ella tiene la piel del color de la tierra, cansada, harta, vuelve a casa después de un largo día de trabajo. Se sienta, le duelen los pies. En verdad lo que más le duele es el alma. Siente que no está haciendo las cosas bien, siente que le está fallando a mucha gente y lo peor es que siente que no puede dar más de si para que las cosas cambien y vuelvan otra vez a su cauce.

Respira. Quizá lo único bueno sea que todavía respira, eso y que está en casa, aunque esto último es bastante discutible si es bueno o no. Se descalza, esas chanclas la estaban matando. Tiene los pies ardiendo de lo mucho que ha caminado esa mañana. Lo malo es que no le ha servido de nada, como todo lo que hace últimamente, como todo lo que se propone, como todo lo que sueña. Sueños inalcanzables que se desvanecen como la niebla tras los primeros rayos de sol, propuestas que grita y sin saber muy bien como se las lleva el viento, lejos, donde ya nadie puede escucharlas, donde ya nadie se acuerda de ellas, donde ni ella misma recuerda si fueron pronunciadas por sus labios alguna vez.

Cierra los ojos y piensa. Las ideas viajan confusas de un lado hacia otro de su cabeza, tropezando unas con otras, vagando la mayoría en un mar de sentimientos. Intenta dejar la mente en blanco para que cese aquel molesto dolor de cabeza pero es inútil, como todo aquello que hace, como todo aquello que piensa. Rescata un pensamiento de aquel mar de dudas. Uno, al azar. De pronto se encuentra en una tarde de verano, sentada en un sofá. A su lado una gran amiga. En sus labios una frase 'Pase lo que pase siempre seremos amigas, nuestra amistad es más fuerte que cualquier otra cosa'. De todos los pensamientos tuvo que rescatar precisamente ese, aquel que más daño le hacía, quizá el que se le había quedado anclado como un barco viejo en aquel inmenso mar de sentimientos. Abrió los ojos para intentar borrar aquella imagen que aún seguía en su mente. Las cosas habían cambiado mucho desde aquella tarde de verano, e irremediablemente su amistad había quedado reducida a eso, recuerdos. Lo que más le dolía en el mundo era no poder coger el teléfono, como tantas otras veces lo había hecho y pasar un rato hablando con ella, contarle cosas, reír. Todavía podía sentir la sensación que le provocaba compartir aunque fueran unos minutos al teléfono con ella. Algo más de un año había pasado desde aquella tarde.

Un suspiro se escapó de sus labios. El dolor de cabeza seguía ahí, anclado como aquel barco viejo a el mar de sentimientos. El dolor de pies había disminuido pero el alma todavía le dolía.

lunes, 9 de junio de 2008

CuEnTaCuEnToS: La próxima vez que ponga la cinta descubrirá que a la mitad de la misma hay cinco minutos en blanco...

La próxima vez que ponga la cinta descubrirá que a la mitad de la misma hay cinco minutos en blanco. Lo primero que hará es extrañarse de que durante tanto tiempo no suene nada. Después rebobinará la cinta y subirá el volumen por si lo que estuviera grabado está demasiado bajo. Seguirá sin escuchar nada. Entonces cogerá la caja de la cinta para ver si en ella se dice que canción es la que falta, pero descubrirá que en ella no hay una lista de canciones, solo hay palabras sueltas que aparentemente no significan nada. Se sentará en el sofá confusa, pensativa, sin saber muy bien que hacer. Cerrará los ojos y suspirará. Al abrirlos descubrirá que tiene la caja de la cinta en la mano y que sigue sin escuchar nada. Clavará sus ojos en el radiocasete e intentará recordar el porqué, si es que lo tiene, de aquel silencio. Pasarán cinco minutos y tras ellos volverá a aparecer la música a todo volumen ya que se habrá olvidado bajarlo tras intentar ver si lo grabado estaba a un volumen demasiado bajo. Es estruendo la hará saltar del sofá a bajar la música. Parará la cinta. Rebobinará hasta dejarla en 6 minutos antes. Un minuto de música y nuevamente el silencio. Nuevamente una incógnita. Nuevamente mirará la caja, cerrará los ojos y dejará escapar un suspiro de sus labios. Estará segura de haber escuchado esa cinta miles de veces pero se sentirá incapaz de recordar el porqué de esos 5 minutos en blanco. Sentirá lo mismo que se siente cuando se piensa que se está obviando un detalle importante que es imposible de recordar pero que sin él parece no tener sentido nada de lo que esté sucediendo. Así será. No entenderá nada. Habrá olvidado, o quizá nunca supo, el porqué de aquel silencio. Será entonces cuando, sin saber tampoco como, suene el teléfono. Descolgará y se encontrará con que al otro lado hay una persona que dice conocerla pero que ella es incapaz de recordar quien es. Ella intentará convencerle o convencerse de que se ha equivocado de número. Entonces la otra persona le dirá que solo llamaba porque sabía que había olvidado el porqué de los cinco minutos en blanco de su cinta favorita. En ese momento ella notará una sensación de ahogo en su pecho, esa sensación que se siente cuando la vida está pasando por delante y ni siquiera eres capaz de sentirla. El teléfono caerá de sus manos como si fuera el más pesado de los objetos y sus manos meras hojas que se rompen al más mínimo doblez. Será entonces cuando lo recuerde. Cuando sus recuerdos vuelvan al presente, tan nítidos y tan vivos como antaño. Pero ya será demasiado tarde. Recordará que hizo un pacto, un pacto en el cual empeñaba su alma. Recordará que prometió no olvidar nunca y sabrá que lo había olvidado. Y en cuestión de segundos todo su cuerpo empezará a temblar. Su pelo se volverá canoso y sus manos arrugadas. Notará que le fallan las fuerzas, esas fuerzas que apenas seguían con ella. Sentirá en su pecho un fuego no comparable con nada que hubiera vivido hasta entonces y en aquel momento ocurrirá. Se cumplirá su castigo por faltar al pacto, por olvidar.

Cuando llegue la policía encontrarán un cuerpo arrugado y senil arrodillado en el suelo, sin signos de violencia, el teléfono descolgado aunque sin interlocutor al otro lado. Registrarán la casa aunque no encontrarán nada que les haga sospechar de que el crimen fue cometido por un robo, en verdad nada les hará sospechar que fuese un crimen. Alguien reparará en el radiocasete que permanecerá todavía encendido. Una cinta. Pobre vieja, escuchaba música, pensarán, nadie reparará en escuchar la cinta, aunque en verdad, si lo hicieran, descubrirían que es una cinta de música totalmente normal.


sábado, 7 de junio de 2008

CuEnTaCuEnToS: Quedan tres minutos y medio para ahogar el silencio...

Quedan tres minutos y medio para ahogar el silencio. Solo tres minutos y medio. ¿Solo? Vamos no nos engañemos. Tres minutos y medio es mucho tiempo. Y poco tiempo. Mucho tiempo comparado con el latido de un corazón. Al silencio le quedan 270 latidos a paso lento. Poco tiempo comparado con la historia del hombre. Al silencio le quedan 2,8 x 10 elevado a -14 instantes. En verdad poco importa. El silencio se ahoga.

Quedan algo más de tres minutos para ahogar el silencio. En algo más de tres minutos puedes decir 60 veces Te Quiero. Puedes dar más de 50 golpes a un cuerpo dolorido. Puedes golpear un alma millones de veces. Puedes ser feliz una o infinitas veces. Pero eso en este momento no es relevante. El silencio se ahoga.

Quedan algo más de dos minutos y medio para ahogar el silencio. Demasiado tiempo si escuchas una canción que no te gusta. Poco tiempo si te paras a mirar a través de tu ventana un día soleado. Poco tiempo si necesitas llegar a tiempo a cualquier sitio. Quizá demasiado si estás viendo como tu vida se va y no puedes hacer nada por retenerla junto a ti. Escucha. El silencio se ahoga.

Quedan algo más de dos minutos para ahogar el silencio. ¿Qué eran dos minutos cuando eras un niño? ¿El tiempo que se tardaba en correr detrás del balón en el centro del campo y meter un gol? ¿El tiempo que tardaban las agujas del reloj en dar las en punto para que sonara la campana y poder salir corriendo del colegio? A veces es mucho, a veces es poco. En este caso ya poco importa. El silencio se ahoga.

Un minuto y medio. El tiempo que tardan en descolgar el teléfono al otro lado. Tu anuncio favorito, ese que esperas ver durante todo el día y después parece un suspiro. En un minuto y medio puedes decir 30 veces lo siento, 22 veces felicidades y desde 90 a 1 vez la palabra gol, dependiendo de como de larga hagas la O. Demasiado a menudo las palabras son superfluas. Ahora también. El silencio se ahoga.

Apenas queda un minuto para ahogar el silencio. 20 suspiros, 15 bostezos y con suerte un abrazo de los buenos. Una lectura apasionante que te ponga los pelos de punta o un simple vistazo al crucigrama del periódico. Todo tiempo es relativo. Como este relato. Podrá ser entendido mejor o peor, podrá llegar más o menos hondo dentro de ti, pero será eso, aproximadamente tres minutos y medio... de mi vida y de la tuya.

(Silencio...)


domingo, 27 de abril de 2008

CuEnTaCuEnToS: La ultima vez que se vieron eran todavía adolescentes...

La ultima vez que se vieron eran todavía adolescentes. Él iba muy bien arreglado, muy bien peinado, siempre con esa soberbia que le caracterizaba y a la vez esa elegancia que le hacía ser como era, irresistible, con esa mirada que hacía que el corazón se te acelerara por completo y se parara en un semi paro cardíaco cuando sus ojos se posaban en los tuyos con tal delicadeza que no podías más que sentirte especialmente feliz porque por un momento habías sido agraciada con una mirada suya. Tenía a todas las del barrio igual, ¿a todas? bueno, en realidad a todas no.

Ella siempre tenía una sonrisa en la boca y una palabra amable para todo aquel que la necesitara, siempre dispuesta a ayudar a todo el mundo fuera cual fuera su condición. Tenía unos ojos grandes que todo lo veían y que todo lo sospechaban. Quizá fuese por eso que nunca le hizo caso a ese que iba por ahí de sabelotodo, con esa mirada esquiva, sintiéndose el mejor del barrio porque todas caían ante sus pies.

Mucho tiempo había pasado ya, tanto que sus aspectos eran totalmente distintos a cuando se vieron la última vez aunque había cosas que no cambiaban, la soberbia de él y la cálida sonrisa de ella.

- Hola - dijo él
- Hola - dijo ella

Ella sabía que sus intenciones no habían cambiado con los años ni las circunstancias, él sabía que nunca podría conseguir que ella cayese a sus pies por mucho que el tiempo hubiese pasado, aunque no se resistía a intentarlo aunque con ello se llevara una buena regañina.

- El paso del tiempo no hace mella en usted - comenzó diciéndole, para no parecer demasiado descortés.
- Y parece que en usted tampoco ya que sigue igual de altivo que siempre.

Bueno, se puede decir que no había empezado demasiado bien, pero no se desanimó y decidió seguir intentándolo ¿qué más podría ya perder?

- En cambio usted conserva intacta su belleza, con esos hermosos ojos que le hacen a uno perder la compostura y en cambio hace aparecer la vergüenza.
- ¿Vergüenza? ¿y me puede usted decir desde cuando a tenido de eso?

Estaba visto que no tenía nada que hacer, lo recordaba demasiado bien y en esas condiciones jugaba en desventaja.

- ¿Cómo le ha ido en todo este tiempo? No he tenido noticias de usted desde que se marchó del barrio.
- No las ha tenido porque tampoco le han interesado. Me mudé bastante lejos, en verdad demasiado lejos. - una leve sombra de tristeza apareció en su rostro - Pero allí conocí a mucha gente que me hizo sentir como en casa y me acogieron con los brazos abiertos.
- ¿Y no nos echó de menos?
- ¿A usted? - preguntó levantando una ceja - Veo que no me equivocaba al afirmar que no ha cambiado en nada.

Casi sin quererlo ambos se echaron a reír. En verdad había pasado mucho tiempo, y en verdad ninguno de los dos había cambiado, ¿pero que se podía esperar? ¿acaso el tiempo hace que las cosas cambien?

miércoles, 9 de abril de 2008

CuEnTaCuEnToS

Tiempo, teteras y recuerdos

Al final, se rompió la tetera, ya sabes, la que había en la casa del monte que siempre visitábamos cuando estábamos en el pueblo, pues esa, al final acabó rompiéndose, pero no de las cientos de veces que la rozábamos cuando estábamos jugando en la casa, no de las otras tantas veces que la mirábamos con odio porque siempre estaba en medio, estorbando, no, se rompió porque el viento la hizo caer al suelo, un viento que soplaba muy fuerte aquel día, un viento que consiguió romper la ventana que durante tanto tiempo había estado cerrada para que nada pudiese molestar en aquella casa, nuestra casa de travesuras, un viento que como un vendaval se coló entre aquellas paredes y empezó a destrozar todo lo que se encontraba a su paso empezando por las delicadas cortinas que revestían aquella ventana, que la hacían única, siguió su rumbo hacia la gran mesa que presidía la sala central y derrumbó sus sillas frágiles por el paso de los años y por el paso de ciertos molestos habitantes que habían comido sus entrañas dejando un camino marcado de serrín a su paso, tras las sillas perecieron también los débiles candelabros, y como no, la tetera, ella que siempre conseguía sobrevivir a nuestras locuras, ella que siempre estaba ahí para recordarnos que el tiempo pasa pero hay cosas que sobreviven a su paso.
Al final ella no pudo sobrevivir más tiempo y sucumbió al viento, ese viento que soplaba con fuerza aquella tarde, ese viento que entró sin ser llamado, ese viento que lo destrozó todo a su paso. Días más tarde fui a la casa para ver como había quedado y vi la tetera rota en el suelo. En un principio me alegré de que por fin algo hubiese podido acabar con ella, pero luego una sombra de tristeza apareció en mi rostro, quizá en el fondo no deseara que se rompiera, fueron tantos los momentos que ambas compartimos con aquella tetera que en el fondo significaba demasiado para mi como para que no me apenara verla allí rota. Me acerqué despreocupándome de todo lo demás que andaba revuelto. Al hacerlo noté que había algo que rodeaba a aquella tetera, me pregunté si podía ser posible que contuviera algo después de tanto tiempo. En verdad nosotras nunca nos fijamos si contenía algo o no, solo jugábamos, solo compartíamos las tardes, solo veíamos la vida pasar. Me agaché para comprobar que era aquello que contenía. Sinceramente no esperaba encontrar gran cosa ¿qué se podía esperar encontrar dentro de una tetera en una casa abandonada? ¿algo de té con pastas? Evidentemente no erré mucho en mi suposición. Un polvo más o menos brillante acompañaba en el suelo a los trozos que quedaban de la tetera.
Recogí mis cosas no sin antes echar un último vistazo a esa casa que tantas cosas buenas nos había deparado, tantos misterios, tantas tardes de juego, tantas confesiones entre sus paredes, tantos momentos inolvidables vividos gracias a ella. El viento había desaparecido cuando salí de la casa, me recordó una vez más a aquellas tardes que pasábamos juntas, a esos días de verano, a los abrazos, al sabor de los helados. Quizá hayas querido recordarme con esto que tu siempre ganabas, que eras como ese viento que sopla embravecido, ese mismo viento que rompió la tetera, que lo arrasó todo a su paso, quizá hayas querido hacerme ver que yo era como esa ventana, que cedió al paso del viento aunque quiso resistir con todas sus fuerzas, así era yo, siempre cedía ante tus cosas. Esta vez cedí, rompiste la ventana, entraste y arrasaste todo aquello que se cruzó en tu camino, como hacías siempre, hasta que la que se cruzó en tu camino fue la muerte. Quisiste arrasar también con ella pero en este caso fue ella la que arrasó contigo. Hoy quizá te recuerde con más fuerza que nunca, porque el viento rompió la tetera, porque volví por primera vez sin ti a la casa del monte, porque hoy me pregunto donde estás y si no habrás sido tú la que con tu fuerza rompiste aquella tetera que se cruzó en tu camino y se te resistió. Como siempre yo no pude impedírtelo. Pero,¿ sabes? te echo de menos. No lo supe hasta que vi aquella tetera en el suelo, rota en mil pedazos, no lo supe hasta que me acerqué y vi que contenía algo, no lo supe hasta que recordé una tarde de verano que juramos ser amigas para siempre, cogimos unas flores en el campo, cogimos un trozo de tela de cada uno de los vestidos que llevábamos en ese momento e hicimos un pacto de amistad. Como no teníamos donde guardar las cosas decidimos ponerlas en la tetera, que en tantas aventuras nos había acompañado.Allí estaban sus restos y los restos de nuestro pacto.